LOS DIAS QUE NOS QUEDAN
Algo comenzó a cambiar en estas últimas semanas y fue la aparición de la posibilidad de una (o varias) vacunas, que terminen con la expansión del COVID-19 y sus contagios.
Estas vacunas (primero la de Rusia, luego la de Oxford, también hubo noticias de China y de Cuba) aparecen como la primera luz al final del túnel, las que nos sacarían de la enorme angustia en la que transitamos hace más de 150 días. Son 4 entonces las vacunas que compiten hasta ahora (seguramente habrá otras más) en sacarnos de la pandemia más extensa de la que se tenga conocimiento en los últimos 90 años. La certeza de las vacunas, ofrecería tener, un horizonte de salida que, algunos nos atrevemos a establecer, en el 1 de marzo de 2021 (con viento a favor) muy cerca del primer aniversario del decreto que inició el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina. Este dato no es menor, porque nos dice que apenas estamos en el medio de un recorrido, y que deberemos convivir con el virus dando vuelta entre nosotros por seis meses más. Es cierto que seis meses pueden parecer mucho, pensar que estamos apenas en la mitad. Un año es mucho para la frágil expectativa humana, finita y pobre, más cuando la incertidumbre se cierne como una sombra, sobre el futuro de todos. Si tomamos entonces como probable una salida en el mes de marzo de 2021, un pesimista diría que estamos apenas en la mitad del recorrido del aislamiento social y del distanciamiento obligatorio (con todas sus variantes posibles) según en qué región habitemos de Argentina o del mundo. Es la misma cantidad lo que nos falta para salir definitivamente de está separación obligada. Siendo optimistas, podríamos pensar en lo mucho que aprendimos, y en lo tanto que nos falta por reconocer, en este tiempo que nos queda, entre los abrazos que quedaron suspendidos. Es difícil transitar este momento, para mucha gente que, de distintas formas, piensa, imagina, o anhela encontrar una salida a todo esto, acercarse a los suyos, reinventar su trabajo, pensar en un futuro despejado de las distancias de los cuerpos. Es difícil para los jóvenes que no pueden compartir tantos momentos y que ya advirtieron que no habrá entrega de medallas, ni viaje de egresados. Es difícil para los enfermeros, para los docentes, para muchos trabajadores, para los niños, que deben encontrarse de otras formas en sus juegos y en sus charlas con amigos. A todos se nos convierte esta situación en un desafío enorme y la atravesamos con nuestros miedos, con nuestras carencias, y nuestras desesperaciones más humanas. Muchos, sin dudas, tenemos el deseo más profundo de llegar al final del recorrido lo antes posible. Creo que no hay nadie que no imagine ese día distinto, todos, absolutamente todos, soñamos con ese encuentro de familia, con esa abrazo que quedó en pausa y que hoy salvamos con codazos rápidos, apenas cuando podemos. Imaginamos ese beso en la mejilla, y pensamos en los amigos, esos que hoy quedaron, detrás de las pantallas. Me conformo pensando que quizá no es tan difícil transitar lo que falta. Que hoy tenemos teléfonos, conexiones de Internet, que nos llamamos, que nos miramos desde aparatos, que hablamos con video llamadas, con todas las formas posibles de encuentros virtuales, que nos permite (por suerte) la tecnología actual. Pienso entonces, que esta distancia que nos queda no sea tanta. Me digo que es apenas una pausa inesperada, sobre la rutina que teníamos. Es solo esperar un poco más, en esta película que vivimos desde adentro, ya vemos una salida. La “nueva normalidad” (así parace que se llama) nos espera adelante, y habrá festejos y risas, cuando de nuevo, podamos abrazarnos sin miedos. Contaremos esta historia, la de estos tiempos de ausencias, como esa en que los días quedaron en pausa, y hablaremos de los cambios que tuvimos que darnos. Nos toca mientras tanto seguir contando los días de a uno, con paciencia. Es apenas la mitad el esfuerzo que hicimos, y el recorrido que aún debemos sostener, entre sueño y sueño, hasta el momento de volver a encontrarnos. Adrian Maglieri
Estas vacunas (primero la de Rusia, luego la de Oxford, también hubo noticias de China y de Cuba) aparecen como la primera luz al final del túnel, las que nos sacarían de la enorme angustia en la que transitamos hace más de 150 días. Son 4 entonces las vacunas que compiten hasta ahora (seguramente habrá otras más) en sacarnos de la pandemia más extensa de la que se tenga conocimiento en los últimos 90 años. La certeza de las vacunas, ofrecería tener, un horizonte de salida que, algunos nos atrevemos a establecer, en el 1 de marzo de 2021 (con viento a favor) muy cerca del primer aniversario del decreto que inició el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina. Este dato no es menor, porque nos dice que apenas estamos en el medio de un recorrido, y que deberemos convivir con el virus dando vuelta entre nosotros por seis meses más. Es cierto que seis meses pueden parecer mucho, pensar que estamos apenas en la mitad. Un año es mucho para la frágil expectativa humana, finita y pobre, más cuando la incertidumbre se cierne como una sombra, sobre el futuro de todos. Si tomamos entonces como probable una salida en el mes de marzo de 2021, un pesimista diría que estamos apenas en la mitad del recorrido del aislamiento social y del distanciamiento obligatorio (con todas sus variantes posibles) según en qué región habitemos de Argentina o del mundo. Es la misma cantidad lo que nos falta para salir definitivamente de está separación obligada. Siendo optimistas, podríamos pensar en lo mucho que aprendimos, y en lo tanto que nos falta por reconocer, en este tiempo que nos queda, entre los abrazos que quedaron suspendidos. Es difícil transitar este momento, para mucha gente que, de distintas formas, piensa, imagina, o anhela encontrar una salida a todo esto, acercarse a los suyos, reinventar su trabajo, pensar en un futuro despejado de las distancias de los cuerpos. Es difícil para los jóvenes que no pueden compartir tantos momentos y que ya advirtieron que no habrá entrega de medallas, ni viaje de egresados. Es difícil para los enfermeros, para los docentes, para muchos trabajadores, para los niños, que deben encontrarse de otras formas en sus juegos y en sus charlas con amigos. A todos se nos convierte esta situación en un desafío enorme y la atravesamos con nuestros miedos, con nuestras carencias, y nuestras desesperaciones más humanas. Muchos, sin dudas, tenemos el deseo más profundo de llegar al final del recorrido lo antes posible. Creo que no hay nadie que no imagine ese día distinto, todos, absolutamente todos, soñamos con ese encuentro de familia, con esa abrazo que quedó en pausa y que hoy salvamos con codazos rápidos, apenas cuando podemos. Imaginamos ese beso en la mejilla, y pensamos en los amigos, esos que hoy quedaron, detrás de las pantallas. Me conformo pensando que quizá no es tan difícil transitar lo que falta. Que hoy tenemos teléfonos, conexiones de Internet, que nos llamamos, que nos miramos desde aparatos, que hablamos con video llamadas, con todas las formas posibles de encuentros virtuales, que nos permite (por suerte) la tecnología actual. Pienso entonces, que esta distancia que nos queda no sea tanta. Me digo que es apenas una pausa inesperada, sobre la rutina que teníamos. Es solo esperar un poco más, en esta película que vivimos desde adentro, ya vemos una salida. La “nueva normalidad” (así parace que se llama) nos espera adelante, y habrá festejos y risas, cuando de nuevo, podamos abrazarnos sin miedos. Contaremos esta historia, la de estos tiempos de ausencias, como esa en que los días quedaron en pausa, y hablaremos de los cambios que tuvimos que darnos. Nos toca mientras tanto seguir contando los días de a uno, con paciencia. Es apenas la mitad el esfuerzo que hicimos, y el recorrido que aún debemos sostener, entre sueño y sueño, hasta el momento de volver a encontrarnos. Adrian Maglieri
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