HISTORIAS: 48 DIAS- por SANTOVEÑA MAGALI

Ya han pasado 48 días desde que comenzó este aislamiento social obligatorio, 48 días donde estoy encerrada sin saber qué hacer, 48 días en los cuales me siento tan angustiada y triste por la situación que está pasando en el mundo, siento que la naturaleza y el mundo se desató contra nosotros para parar con varios factores que lo dañaron. 
 
 

Sentada en el gran futón cómodo, blando y marrón de mi comedor; miro a mi alrededor. La televisión habla sin parar sobre todos los casos que ocurren día a día, mi hermanita grita y habla al jugar con sus juguetes tan ruidosos y luminosos, mi mamá y mi abuela toman mates dulces mientras ven el noticiero de la mañana.

Y ahí estoy yo, yendo de acá para allá en el comedor de cuatro paredes. A veces escucho música en mi vieja computadora, esa música que te relaja, que te hace bailar libremente, esa música que llega hasta el alma para alegrarte y sentirte aliviada. La mayoría de mis días realizo mis extensas tareas; otras veces estoy acostada, aburrida sin saber qué hacer, mirando el techo de color sobrio pero que me da positividad, me deja pensando en muchas cosas. En las ocasiones que estoy sola, me siento frente al espejo y me miro detenidamente, veo las cosas que quiero cambiar en mí físicamente, también me planteo muchas cosas que me han pasado, como si fuera que yo hablara con el espejo y él conmigo. 

Cuando ya no sé que hacer, saco mis materiales, mis pinceles de distintos tamaños, manchados y viejos, mis acrílicos de poca variedad de colores pero llamativos, mis hojas con líneas exactas, mi lápiz de color opaco y mi goma, por si debo de corregir. Dibujo y pinto lo primero que se me venga a la mente para después colgarlos en mis largas y vacías paredes. Es una técnica que me distrae, que me hace expresar mis sentimientos guardados, me trae paz y tranquilidad.

Ya no se que hacer, la televisión me aburre y siempre es lo mismo, las series que he estado viendo ya las terminé, a pesar de que eran de muchos y largos capítulos; todo se convirtió en aburrido, solitario, repetitivo y silencioso. Al estar acá adentro, encerrada en ésta habitación me he dado cuenta de muchas cosas, sinceramente he pensado y reflexionado sobre varios aspectos.

Lo bueno de la habitación, es que tenemos una ventana que da al patio de atrás, puedo ver la gran variedad de árboles verdes, marrones, grandes, llenos de hojas y uno que otro pájaro volando cerca de ellos. También puedo ver las flores rojas y llamativas de mi vecina, en las cuales todos los días un pequeño colibrí de colores vibrantes y brillantes, se apoya en ellas. Puedo ver el atardecer, con esos colores amarillentos, rosados y anaranjados.

De noche, a veces puedo ver la luna en todos sus aspectos, allí tan luminosa y llamativa y con ella una gran cantidad de estrellas, una más grande u otra más pequeña, pero su esplendor nunca cambia. Sin duda aquella ventana, es la mejor de la habitaciòn.                       

Santoveña Magali 6ª3ª

 

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